jueves, 16 de febrero de 2012

Saber ancestral, Sabiduría que traspasa fronteras espacio-temporales


Soy discípulo de un árbol…”……con estas palabras se presento un imponente chaman negro, nativo de Madagascar, cuando nos encontramos en Paris. “Todo el conocimiento que transporto, se lo debo a élCaminaba un día en el Sequoya Park, en California, en medio de imponentes árboles milenarios. Volví a este lugar sagrado después de varios años, conciente que cuando nos purificamos y sensibilizamos vía meditación y rituales, generamos la capacidad de sincronizarnos con el campo energético de los árboles, entonces la comunicación profunda es posible.

Al encontrarme con el Segundo árbol mas anciano, sentí como si me entregara una botella cerrada, con sus mensajes secretos dentro y la invitación a abrirla,………..el resto, es lo que transcribo a continuación:“Tu oído puede escuchar, no solo palabras, también entiende alertas y socorros. Recuérdale al hombre que nosotros los árboles, somos sus hermanos mayores, que somos las antenas que captan la energía cósmica y lunar, para ponerla al alcance de la humanidad, recuérdale que acompañamos al hombre desde el principio. Desde la antigüedad hemos sido fundamentales en la vida del hombre y ahora nos sentimos lejanos y desconfiados; nuestros brazos están tiznados, nuestra paciencia gastada, nuestra corteza, intercala cicatrices, nos encontramos actualmente al borde de un abismo tecnológico, donde ya no somos parte de la familia humana.

Debes recordar a la humanidad, antes que sea demasiado tarde que el hombre es también un árbol, de otra manera, solo que en este tiempo, tiene la raíz invertida. Antes, sonábamos juntos y despertábamos con el canto de los pájaros, no había que correr a ninguna parte, todo estaba en su sitio, los detalles a un lado y los instantes a otro, el silencio se reunía confiado y la lluvia no encontraba pretextos contaminantes a su paso.Sin embargo en los últimos tiempos, el hombre olvido que es naturaleza, que es Tierra, río y árbol y vulneró la armonía y decidió que la naturaleza es un recurso explotable y dio la espalda a otras formas de vida, olvidando que sin diversidad, la vida no es posible. Quizá obtenga desiertos verdes y una cotidianidad asfaltada pero purgada de trascendencia. Nosotros vemos que la vida esta muerta y el silencio herido, que los edificios crecen en sus ciudades, mientras el hombre y su felicidad se achica. Sentimos que el hombre, no tiene derecho a asesinarnos.Tenemos miedo del torbellino que se desata en las mentes humanas, de la muerte escondida llamada progreso, de la niebla de soberbia que le enceguece, de sus fauces desarrollistas que suprimen la belleza y combaten a la Madre Tierra como a un enemigo. Rota la milenaria conexión del hombre con el árbol,……Quien devuelve los hermosos paisajes destruidos? Las especies exterminadas? Los ríos envenenados? al árbol anciano decapitado?

Cada árbol es un guardián y los mas ancianos son los maestros. Nuestros anillos concéntricos son nuestra escritura jeroglífica, los árboles no somos individualistas, acumulamos conocimiento hace milenios, almacenamos tiempo, los bosques son simultáneamente altar y biblioteca. Por las noches, hablamos con las estrellas, nuestras ramas se enraízan en el cielo.Los árboles examinamos el pasado………….pensativos; nos sorprende como vive el hombre en la actualidad, nos entristece que viva como si la naturaleza no importara, como si él no fuera también naturaleza. El hombre actual a olvidado que por nuestra savia, corre sabiduría ancestral, ahí están codificados los mapas y las huellas, los latidos de los Abuelos y el sueño de los que aún no han nacido.

Todo árbol contiene una semilla. Los árboles tenemos mucho que enseñar, mas solo haremos esto con los humildes, con quienes abandonaron la pesadilla y se purificaron, con los que recuperaron la capacidad de soñar y se atreven a acumular sus instantes y convertirlos en tiempo sagrado. Ya nada importa, solo la Vida. 

Los árboles enseñamos la quietud que cura y el silencio que purifica, la música que armoniza y la danza que transforma; nosotros enseñamos a crecer buscando la luz, a primero echar raíces, a profundizar y conocerse, a sumergirse en uno mismo y así como nosotros nos auto abonamos con nuestras hojas y flores, el hombre requiere transitar senderos de autoconocimiento.

El hombre no debe olvidar que todas las grandes tradiciones iniciáticas hablan de nosotros, ahí esta el árbol sagrado, el árbol de la ciencia del bien y el mal del paraíso, el árbol anciano, el árbol de la vida, porque el árbol simboliza la columna vertebral, el eje de la vida, incluso en la antigüedad fuimos oráculo y fuente de saber. Pero la sombra del árbol, no es el árbol, urgente el hombre debe abandonar el tren suicida del progreso destructivo y refugiarse en el andén de la sabiduría, ahí, entre nostalgia y reverencia, podrá reencontrarse con los abuelos y la sabiduría ancestral y con esa luz, volver a pintar su futuro de arco iris.

Si el hombre decodifica nuestra simbología, comprenderá que somos el resumen del ciclo de la vida: todo comienza con la germinación que es continuada por el nacimiento, el crecimiento para luego dar frutos en forma de servicio. También nosotros hemos venido a compartir, además de embellecer y convertirnos en guardianes del hombre. Somos la parte visible de la concepción cíclica del tiempo y la vida; nuestra primavera es mas extensa, ahí comienza la fiesta de crecimiento, nosotros lo celebramos con flores, es nuestra manera de ser felices, a veces jugamos con el viento y producimos lluvias de pétalos hasta que sobrevienen indecisos los primeros frutos, el verano de nuestra vida, la plenitud de la energía condensada en los frutos que gestamos, nuestra flores sobrevivieron vistiéndose de frutos, con los cuales a tiempo de alimentarlos, garantizamos la perpetuación de la especie.

El sol examina cada fruto y lo cocina, nosotros concentramos en ellos nuestro amor y lo compartimos, presintiendo la llegada del otoño que nos desviste, dejándonos sin hojas donde esconder nuestra timidez mientras nos prepara para el crepúsculo del invierno que nos habla del reposo y la interiorización. Todo esto se repite también en el humano, solo que él, desde que se gradúo de autómata, no se da cuenta de nada y corre ciego y sordo, luego de garantizar su capacidad destructiva.

Hace mucho que no recibimos la visita reverente del hombre, hace tiempo que no nos reconoce. Hemos soportado ya tanto ruido, tanta contaminación, tanta indiferencia; recordamos a los antiguos que caminaban descalzos en el bosque, que acariciaban nuestra piel, que se abrazaban a nosotros, posibilitando una fusión energética, Buena para todos, que se sentaban a nuestros pies, uniendo su columna vertebral, su árbol vital al nuestro y viajaban hasta nosotros, en silencios meditativos que les habilitaban para comprender nuestros idiomas.

El hombre que no disfruta de la naturaleza esta ciego, el humano que no respeta a la Madre Tierra esta loco. Nosotros, estamos dispuestos a compartir nuestro conocimiento milenario pero necesitamos que el hombre active su potencial interior disponible, que descongele su sensibilidad, que deje de vivir al borde del abismo y que despierte, reconstruyendo su capacidad de fabricar sueños hermosos. Aun estamos a tiempo, de evitar que nuestro único planeta, se convierta en deshabitado polvo cósmico. Aun estamos a tiempo, de refundar la esperanza y convencerse que el paraíso siempre estuvo aquí, esperando ser repoblado.

Chamalu

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